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16 octubre 2007

'Plumíferos' a la carta en Sol

David Torres (Columna publicada en El Mundo)

Nada más temible para un escritor que la página en blanco. Fue una de las preguntas que el público lanzó a los 10 plumíferos que nos sentamos en dos tandas consecutivas en una plataforma en la Puerta del Sol por iniciativa de El Corte Inglés y el Hotel Kafka. En principio, no parecía una buena idea unir algo tan íntimo y tan solitario como la literatura a un carrusel de espectáculos que iban a dejar la noche de Madrid tan ardiente como una bombilla. Ramón Pernas, uno de los dos conductores del asunto, expresó su temor anunciando, nada más empezar la tertulia, la visita de Bono a aquel improvisado escenario sobre la capital. No hizo falta: un buen puñado de gente nos arropó y eso que, como si las nubes fuesen analfabetas, la lluvia empezó a caer con puntualidad y persistencia británicas.
Pero eso es típico de Madrid. Un mes entero sin llover y en la cita cultural más importante de la estación, la lluvia se echa a la calle, ávida por aguar la fiesta. No importó. El sirimiri nos fue calando suavemente, a medida que nos internábamos por los entresijos de la creación literaria. ¿Por qué empezamos a escribir? ¿Cómo lee un escritor? ¿Qué es el estilo? Cada uno respondió como mejor supo. Eloy Tizón dijo que leer grandes novelas le ayudaba mientras que Rafael Reig (el otro maestro de ceremonias) sostenía exactamente lo contrario. «A mí Tolstoi, por ejemplo, me aplasta, me dan ganas de dejarlo. En cambio leo una novela de Pérez Reverte y eso me anima mucho. Eso lo hago yo con una mano atada a la espalda».

Con la curiosidad malsana y comprensible que mueve siempre al respetable, un hombre se acercó al micrófono para preguntar si se ganaba dinero con esto de la literatura. Tizón dijo que sí, que todos ganaban dinero con los libros, el editor, el librero, el distribuidor. Todos excepto el escritor. Yo añadí, copiando a Charles Bronson en Los siete magníficos, que en realidad era un millonario excéntrico y que lo de la literatura, para mí, no era más que un hobby. Poco después el calabobos pasó a la categoría de aguacero y levantamos la sesión. Una media hora después escampó y se sentó la segunda tanda de plumíferos, pero a mí me sorprendió ver cómo la gente seguía aguantando a pie firme. Una mujer preguntó qué consejo podían darle para un adolescente que quería dedicarse a escritor. «Que lo deje, mujer» dijo Reig, con su ironía habitual. «¿Es que quiere que su hijo acabe como uno de nosotros?». No le faltaba razón. Pero, tanto desde el escenario como desde los vídeos de la pantalla, los escritores respondimos a coro: que lea. Que lea mucho.. Que no deje de leer. La escritura es algo secundario, una lectura más atenta. No bajo los focos ni las luces: entre los libros es como se pasan las mejores noches en blanco.

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