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Estás en Sala de Prensa de Hotel Kafka: abril 2008

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23 abril 2008

Ámbito Cultural: nuevos medios, nuevos horizontes

Ámbito Cultural, promotora de eventos culturales de El Corte Inglés, que se encarga de realizar toda suerte de eventos culturales, tiene una ambición y un alcance inigualables de las que dan fe los más de 3.000 actos que organizan cada año. Una lluvia fina que cubre ya la mayoría de las comunidades autónomas.

Anticipándose al Día del Libro, Ámbito ha levantado el telón de la nueva web en la que trabajan desde hace tiempo con la colaboración de Hotel Kafka, el foro de creadores literarios que, en este caso, se ocupa de los contenidos.

Ramón Pernas, responsable de Ámbito Cultural e impulsor de ambitocultural.es, sueña con una ventana abierta a todo el mundo cultural en español, un espacio que sirva de escaparate para sus propias iniciativas, sea tribuna de expresión para los creadores y se convierta en lugar de encuentro de las publicaciones que hacen cultura en la red.




Tal y como declara en su primer editorial la intención de esta web es romper con los recintos clásicos de las librerías, los cines y los centros educativos: “A través de este privilegiado medio podemos difundir toda suerte de eventos culturales, dar a conocer nuevos libros, promover autores noveles y de valiosa lectura, participar de tertulias literarias, entrevistar a los protagonistas de la actualidad cultural, dar a conocer exposiciones de pintura, y apoyar la difusión de textos de todas las culturas.”

La página, que destaca por su cuidado diseño y por la variedad de contenidos, inicia su andadura con los escritores Rafael Reig, Cristina Cerrada, David Torres y Marta Rivera de la Cruz como columnistas y cuenta con entrevistas exclusivas con Ken Follett, Dag Solstaad, Eduardo Moga, Ada Salas y Jon Bilbao. También incluye información sobre algunos de los importantes premios que promueve: el Primavera de Novela y el Premio de Canto Manuel Ausensi.

20 abril 2008

Entrevista a Ricardo Piglia

ENTREVISTA
RICARDO PIGLIA
por Mateo de Paz


Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940) es actualmente profesor de literatura latinoamericana en Princeton University, donde ocupa la cátedra Walter S. Carpenter. En 1967 apareció su primer libro de relatos, La invasión, y a él le siguieron Nombre falso (1975) y Prisión perpetua (1988), las novelas Respiración artificial (1980), La ciudad ausente (1992) y Plata quemada (1997) y los ensayos Crítica y ficción (1986), Formas breves (1999) y El último lector (2005). Está unánimemente considerado como uno de los grandes escritores argentinos de nuestro tiempo.

Mateo de Paz, profesor de Hotel Kafka, lo entrevistó el 10 de octubre de 2007 a raíz de la clase magistral que el escritor argentino impartió en el Festival VivAmérica, titulada «El escritor como lector».



Mateo de Paz: ¿Qué te hizo ser escritor?

Ricardo Piglia: En su día no me dije que quería ser escritor porque las grandes decisiones uno las toma sin darse cuenta. Se eligen aquellas cosas que no tienen mucha importancia, como, por ejemplo, asistir a Madrid a una reunión como ésta, ir al banco, cambiar de canal en la televisión... Uno no construye su vida tomando la gran decisión. Yo miro hacia atrás y veo las decisiones que han cambiado mi vida y en el momento que las tomé ni me di cuenta de que las estaba tomando. Uno encuentra una mujer y no sabe si esa es la mujer de su vida hasta pasado el tiempo. Al escritor le pasa lo mismo: empieza a escribir y, de pronto, han pasado varios libros. Entonces ya se puede decir que está dentro, que es escritor. Todo funciona con esa idea retrospectiva de hacer girar la vida a partir del nuevo tipo de oficio. Aunque la respuesta que habría que dar aquí es que uno escribe porque antes leyó (risas).

MDP: Eres profesor de literatura latinoamericana en la Princenton University. ¿Es ésta tu única formación?

RP: ¿Me preguntas por mi formación profesional?

MDP: Sí, exacto.

RP: En realidad, cuando llegó el momento de ir a la universidad, decidí estudiar historia porque el modo como se estudiaba literatura en la Universidad Nacional de La Plata me parecía que alejaba a cualquiera que tuviera intenciones de escribir. La intención de la enseñanza de la literatura de entonces (quizá también la de ahora) era alejar a la gente de la literatura. Aquella era una relación completamente burócrata y académica. ¿Cómo se iba uno a acercar a esos grandes escritores, qué se yo, Cervantes, Faulkner, Kafka, Borges o Tolstoi de la forma como se enseñaba literatura? Busqué algo con lo que yo pudiera aprender a escribir. Entonces me pareció que la Historia era el lugar privilegiado para esto. De modo que hice Historia. Sin embargo, debo decir que en relación a la literatura, la formación es siempre muy azarosa. Tengo que decirte que un escritor no necesita leer todos los libros. No necesita leer a Kafka o a Cervantes para escribir buena literatura, para escribir una gran novela. No creo en esa idea de muchos que defienden la lectura de toda la historia de la literatura como medio único para alcanzar el fin de la escritura. Un filósofo, sin embargo, sí debe leer a los autores -a todos-, porque un filósofo que no haya leído a Kant, a Hegel, a Nietzsche o a Heidegger no puede pensar y construir un lenguaje filosófico. Su armazón de pensamiento debe construirse mediante la tradición filosófica anterior, pues debe negarla. La formación del escritor, por lo tanto, no es la misma que la de otros oficios.

MDP: ¿Tiene la lectura algo que ver con esto?

RP: Claro, porque lo importante aquí es el modo en que se lee. Pero el modo en que un escritor lee cuanto se ha escrito no tiene que ver con la cantidad, sino con la cualidad.

MDP: Y toda esa información tuya sobre la historia, ¿no la aplicaste? ¿No te sirvió?

RP: Sí, claro que la apliqué, pero sin darme cuenta. Recuerdo que Enrique M. Barba, un gran historiador, conocía solamente tres años de historia argentina; quiero decir que conocía o había estudiado sólo esos tres años de historia: Como Rosas llegó al poder. Para él no era necesario conocer el origen de toda la historia -la totalidad de ella-, sino que solamente le interesaba ese fragmento de tres años.

MDP: Y ¿cómo se relaciona esto con tu formación?

RP: Porque la historia me enseño a leer. Enrique M. Barba nos llevaba al Archivo Histórico de Buenos Aires, que es el más importante de la provincia. Visitar el Archivo es una experiencia increíble. Te encuentras con lectores extraordinarios y tú mismo te conviertes en un lector extraordinario porque no sabes qué te vas a encontrar. Allí hay una relación con el azar y la forma como se leen ese tipo de signos que están ahí perdidos... Era curioso, pero Enrique, antes de comenzar a buscar, nos decía: «Toda página que no tiene cinco notas al pie es una novela». Ésta es la mejor definición que yo conozco del género. A él le parecía imaginativo un libro que no tuviera fuentes (risas).

MDP: Y poco a poco, entre bibliotecas y archivos fuiste creando tu estilo.

RP: En realidad, en cada libro trato de cambiar el estilo porque lo que define la relación con la escritura no es el estilo sino el tono. El tono es el ritmo de la prosa. Y también una relación del que está narrando con la historia que se narra: ¿apasionada?, ¿irónica?, ¿de venganza? Me interesa mucho si el narrador conoce toda la historia cuando comienza a narrar o no la conoce; si empieza por el final en lugar de empezar por el principio, o por el medio. Esas son las cosas que yo me planteo cuando escribo la historia de una novela. Cuando tengo «ese tono», cuando sé cuál es la voz del que narra -si es tercera o primera persona-, entonces la historia empieza a funcionar. Cuando uno no tiene ese tono, sin embargo, lo que hace no es escribir, sino redactar. Voy a decirte que el tono es lo que los escritores roban de las obras ajenas. Ser un Faulkner, un Thomas Bernhard, un Hemingway... Uno escribe con la prosa de Bernhard y le salen cosas de tipos aislados; uno escribe con la prosa de Faulkner y le salen cosas de tiempos diversos, porque el tono del narrador le lleva directamente hacia la construcción definitiva del texto.

MDP: ¿No fue Georges-Louis Leclerc quien dijo que el estilo es el alma del hombre?

RP: ¿Te refieres a robarle el alma a la novela? En realidad, pienso que todo eso circula de forma gratuita con la lectura de cada obra. En los poetas el estilo quizá sea otro, no sé, algo muy personal que tiene que ver con el genio creador. De lo que sí estoy seguro es de que el estilo debe ser entendido como una decisión ética (en el sentido del uso del lenguaje): qué tipo de escritura voy a utilizar, si va a ser demagógica, barroca, sencilla... Es decir, que para mí el estilo tiene que ver con la ética personal de cada uno, mientras que el tono se relaciona más con la narración.

MDP: Tu primer libro fue La invasión, publicado en 1967, un libro de cuentos. El año pasado lo volviste a reeditar con muchos cambios.

RP: Siempre pensé en reeditarlo. Al mismo tiempo era consciente de que tenía un conjunto de cuentos escritos esos años esparcidos en revistas y que aún no había publicado. Estaba interesado en revisar tanto La invasión como esos cinco cuentos llamémoslos «inéditos». A hacerlo me decidió la intriga por lo que iba a pasar rescribiéndolo todo no sólo como me imaginaba que fue escrito en aquel tiempo, sino también cómo pudo haber sido de haberlo hecho de otra manera. En efecto, se trata de una empresa inútil pero que, sin embargo, me interesa cuando escribo un libro: que haya algo que no sé si podré resolver en la escritura. Además tenía un par de relatos inacabados, el primero y el último -uno que se llama «El joyero» y otro que se llama «Un pez en el hielo»- que debía terminar para que tuvieran cabida. Se trataba de dos relatos extensos a los que había vuelto muchas veces, pero que siempre había dejado sin terminar. Cuando tomé la decisión de incluirlos, pude al fin terminarlos. El riesgo era escribirlos como me parecía a mí que los habría escrito en 1967, cuando publiqué por primera vez La invasión.

MDP: Fue un duro ejercicio de memoria.

RP: Sí, pensar cómo era el escritor de entonces es un ejercicio también para ser más joven. Gracias a la escritura pude ser de nuevo como era yo en los años sesenta (risas).

MDP: Después de éste, llegaría tu gran éxito, la novela Respiración artificial. Tras su aparición, sorprendió mucho el encuentro entre Kafka y Hitler: precisamente éste me parece uno de los momentos más trágicos de la literatura. Pero ¿qué sucedió en tu vida después de la publicación de este libro?

RP: Respiración artificial es un libro al que le estoy muy agradecido. La literatura no sólo construye mundos sino también amigos y relaciones. Yo escribí el libro en condiciones difíciles, cuando Argentina atravesaba un momento crítico. La decisión ética que yo tomé al escribirlo fue dejarme llevar por lo que salía. En la novela hay una larga conversación sobre literatura que habría sido más fácil para mí convertirla en una larga conversación sobre pasiones y mujeres, cosas de las que se hablan en una novela. Pero vi que estaba saliendo con un ritmo y un tipo de narratividad más interesante que todo eso y dejé que la escritura corriera. Si uno mira con atención se da cuenta de que Tardewski, cuando empieza a contar, todavía no sabe que va a contar la relación entre Kafka y Hitler. Aquello se me ocurrió en el medio de la historia, a partir de una nota escrita en mi diario de entonces. Había leído una Historia del nazismo y había tomado unas notas de un año en el que Hitler se había escapado del servicio militar a Praga. Al terminar de leer este pasaje, escribí en mi diario: «Se encontró con Kafka». Yo estaba en el medio de la novela y, no sé cómo, me acordé de aquello. Fue lo que permitió, por azar seguramente, que la novela encontrara su impulso.

MDP: Pareces decir con esto que Hitler, el máximo criminal de aquellos años, en el fondo, fue un cobarde.

RP: Claro, a mí eso fue una de las cosas que más me interesó de la historia: el tipo más militarista y más horrible, cuando le llegó el momento de hacerse militar, huye, sin embargo, a Praga. La otra cosa fue el artista fracasado de Hitler. Desde luego, le rechazaron dos veces en la Escuela de Arte por ser un pintor mediocre, pero él quería ser pintor, estaba convencido de que llevaba un artista dentro. Imaginé al joven Kafka y a este tipo, que estaba ahí, delirando, y me pareció una gran idea para una novela ponerlos juntos y que hablaran entre ellos de sus cosas.

MDP: Tu conferencia de hoy se titulaba «El escritor como lector», pero ¿cómo crees que debería leer un escritor que empieza a escribir y cómo debería escribir el último lector?

RP: Me gusta esta pregunta. Mi libro El último lector parte de una frase de Faulkner que me impresionó mucho: «Escribí El ruido y la furia y aprendí a leer». Escribir cambia el modo de leer. Ahora bien, cómo lee un escritor, cuál es esa lectura, desde dónde parte, es lo que estoy tratando de solucionar ahora. Un escritor lee para ver cómo está hecho el libro. Se pregunta más por el cómo de la construcción, que por el qué de la significación. Su duda es si podrá hacer una mesa parecida, no para hacer una mesa igual, sino para aprender a hacer mesas. Estoy hablando aquí de la lectura técnica. Después hay que leer libremente y no dejarse impresionar por ningún autor. Por otro lado, el tema del último lector remite a llegar tarde, a la virtud de la lentitud, a no estar al día. Uno tiene que leer los libros cuando le dé la gana, cuando ya no se escuchan, cuando, digamos, no están por decidir. Tener que saber lo que está pasando continuamente y a todas horas no me parece que sea el camino.

MDP: Entonces, ¿tú crees que a un escritor y a un lector les puede dar tiempo a leer todo si dejaran de lado sus contemporáneos?

RP: No, no, por supuesto que hay que leer a los contemporáneos. No hay que leerlos con la intención de estar al día, sino cuando a uno le parece que es el momento de leerlos. Me opongo a la idea de seguir obligatoriamente la circulación de los libros. Muchos escritores jóvenes tienen la convicción de que la literatura está en las novedades, y deberían tener otro tipo de convicción.

MDP: Y ¿qué convicción es ésa?

RP: Bueno, el estilo es una convicción, por ejemplo. Como la convicción es muy importante en la escritura, el escritor joven, el que empieza, tiene que estar seguro de tenerla. Que su palabra, que su estilo, sea convincente es muy importante. Se trata de una actitud hacia la literatura. Ahora bien, no se trata de hacer literatura en el sentido marxista de ciertas lenguas que se consideran literarias. El que empieza a escribir debe escribir lo que le parezca a él en el sentido más personal, una voz que sea lo más natural posible. Pero los consejos son siempre consejos y no sirven para nada (risas).

18 abril 2008

En busca de la fórmula mágica para ser escritor

Hablar de talleres literarios va siempre ligado a escepticismo. ¿Se puede enseñar a escribir? Alumnos y profesores aseguran que sí

Carmen Álvarez (ADN.ES) Madrid

El estadounidense Raymond Carver confesaba que, cada vez que tomaba papel y boli, sentía sobre su hombro la mirada de John Gardner aprobando o censurando cada línea suya. Fue este novelista y experto en teoría literaria quien le adentró en el terreno de la escritura. Después de años trabajando como obrero o vendedor, decidió apuntarse a un taller que impartía Gardner. Le cambió la vida.

Por supuesto, sería muy pretencioso pensar que el acude a un taller de escritura puede acabar contando historias como el autor de Catedral o De qué hablamos cuando hablamos de amor. Sin embargo, siempre queda la duda. De la misma manera que quien quiera componer una ópera ha de dominar solfeo y armonía, "a nadie se le debería ocurrir escribir una novela sin saber su técnica", puntualiza Ronaldo Menéndez, profesor en Hotel Kafka, uno de los centros de aprendizaje de escritura en Madrid.

No son algo nuevo. En Turín, el novelista Alessandro Baricco creó hace ya catorce años la popular escuela Holden, a la que cada año acuden centenares de alumnos de todo el mundo y que se ha convertido en todo un referente en la materia. En España, cada día existen más. Autores como Eloy Tizón, Espido Freire, Elvira Lindo, Ángel Zapata o Martín Casariego son algunos de los que se atreven a enseñar los trucos y entretelas de la creación literaria.

Jubilados y principiantes

Pero, ¿quién puede acudir a un taller de escritura? Las escuelas aseguran que están abiertas a todos los interesados. Desde jubilados a autores que ya han comenzado a narrar y no tienen claro cómo encauzar sus palabras.

"Llevaba mucho tiempo escribiendo, pero no sabía si lo estaba haciendo bien o mal", cuenta Pablo Mahaux, alumno de Hotel Kafka. Después de hacer un master y varios cursos, se siente más que satisfecho. En seis meses, ha completado una novela y, una vez que se la hayan revisado, intentará hacerse un hueco en alguna editorial. Como él mismo reconoce, si todo esto lo hubiese tenido que hacer solo, probablemente habría tenido que invertir mucho más tiempo.

Alejados de idealizaciones bohemias, de musas escurridizas y de figuras más poéticas que reales, los estudiantes de estos talleres "deben ponerse el mono y llenarse de grasa". Así lo defiende Gloria Fernández Rozas, coordinadora general de los talleres Fuentetaja, que desde hace 25 años ayuda a aficionados y escritores primerizos a encontrar su "propia voz" también en la capital madrileña.

"Le damos mucha importancia a la lectura y el análisis de textos. Luego cada uno descubre sus temas y va formando su estilo", desmenuza Fernández. Cierto es que la literatura no es una ciencia exacta, pero, como en todas las profesiones, hay trucos. Primero, saber leer, y segundo, dominar la técnica. Una vez que se domina la teoría es la hora de jugar con ella y de cada uno depende acabar siendo correcto o sencillamente genial. Al fin y al cabo, nadie dijo que el talento fuese un asunto menor.

De 200 a casi 3.000 euros

Hay tantos cursos como intereses. En Hotel Kafka, por ejemplo, tienen un curso de novela policíaca, además del mencionado master de novela y los habituales talleres de relato, escritura creativa o guión cinematográfico. Temáticas similares tienen en Fuentetaja o Escuela de Escritores, que también permiten hacer los cursos por internet. Los precios van desde los 200 euros de los talleres más cortos (12 horas) a los casi 3.000 del Máster de Novela.

Para acabar de cerrar el círculo, algunas de estas escuelas ofrecen a los alumnos la posibilidad de publicar en antologías o ponen a su disposición tutores para que les supervisen sus manuscritos. El último empujón antes de enfrentarse al sector editorial. Pero esa es ya otra historia.

17 abril 2008

Surrealisté v Rusku, výlet do Madridu, Romové v Praze

El Portal české literatury refiere los encuentros con la literatura checa que se promueven estos días en Madrid conjuntamente con Hotel Kafka.

Hoy Jueves 17 a las 20.00 horas se encontrarán varios escritores de éste país con los checos residentes en Madrid y el público literario madrileño.



Fenomén český (a slovenský) surrealismus je název pořadu, který začíná v pondělí 14. dubna 2008 v sále Českého centra v Moskvě a potrvá do čtvrtka 17. 4. Akce je věnována českému surrealismu v literatuře, výtvarném umění i filmu, a to od Vítězslava Nezvala (resp. monografie, kterou o něm napsala N. Glazková) k současným tvůrcům Františku Dryjemu, Brunovi Solaříkovi, Janu Švankmajerovi, jejich revui Analogon – a též Ruskou Akademií věd právě vydané knize Encyklopedický slovník surrealismu.

Čeští spisovatelé Michal Ajvaz, Jan Balabán, Petr Borkovec, Petr Halmay, Magdaléna Platzová, Kateřina Rudčenková a Jaroslav Rudiš podniknou kolektivní výlet do Španěl: ve dnech 15. a 17. dubna se představí v Madridu, a to v rámci dvojice literárních podvečerů, kterými je budou doprovázet španělští kolegové Clara Janés, Jordi Doce a Rafael Reig. Hlavním organizátorem akce je České centrum Madrid; spoluorganizátorem Hotel Kafka a Kruh přátel umění.

V programu Českého centra Praha je na středu 16. dubna zařazen druhý díl seriálu Literatura z periferie – tentokrát na téma současná romská literatura v ČR. Večerem provázejí romistky Karolína Ryvolová a Helena Sadílková, ukázky ze svých prací přečtou Gejza Horváth a Erika Oláhová a pořad završí cimbálová muzika Dušana Kotlára.

13 abril 2008

Los autores actuales reinterpretan a Shakespeare y Larra

05/04/2008 EUROPA PRESS

Los autores Hipólito G. Navarro, Fernando Iwasaki y Antonio Alamo, entre otros, reinterpretan en clave contemporánea las obras de William Shakespeare y Mariano José de Larra dentro de la colección 451.Re: de la editorial 451 Editores.



Así, Angela Vallvey, Pedro Ugarte, Pablo d´Ors, Eduardo Vilas, Joaquín Pérez Azaústre, Espido Freire y el citado Iwasaki revisan en un libro colectivo los célebres Artículos de Larra; mientras que Isaac Rosa, Berta Tabor, Luisa Castro, Andrés Barba, Irene Zoe Alameda, Enrique Prochazka y Alamo se encargan de reescribir las universales tragedias de Shakespeare. Hipólito G. Navarro versiona la comedia shakesperiana Mucho ruido y pocas nueces , a la que, en un principio, según confesó el autor, "no sabía cómo enfrentarse por el chaparrón de personajes involucrados en el enredo descomunal que es esta obra". Antonio Alamo revisita Hamlet en una versión denominada Todo el mundo tiene amigos raros (O Hamlet) , la cual ha constituido todo un "reto" para el escritor, pues este mítico personaje se encuentra "en el centro de nuestra cultura".

 

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